Saturday, September 27, 2008

Si somos ovejas, vencemos; si nos convertimos en lobos, somos vencidos

Si somos ovejas, vencemos; si nos convertimos en lobos, somos vencidos
Homilías de San Juan Crisóstomo sobre el evangelio de san Mateo 33,1.2
Mientras somos ovejas, vencemos y superamos a los lobos, aunque nos
rodeen en gran número; pero, si nos convertimos en lobos, entonces somos
vencidos, porque nos vemos privados de la protección del Pastor. Este,
en efecto, no pastorea lobos, sino ovejas, y, por esto, te abandona y se
aparta entonces de ti, porque no le dejas mostrar su poder.

Es como si dijera: «No os alteréis por el hecho de que os envío en medio
de lobos y, al mismo tiempo, os mando que seáis como ovejas y como
palomas. Hubiera podido hacer que fuera al revés y enviaros de modo que
no tuvierais que sufrir mal alguno ni enfrentaros como ovejas ante
lobos, podía haberos hecho más temibles que leones; pero eso no era lo
conveniente, porque así vosotros hubierais perdido prestigio y yo la
ocasión de manifestar mi poder. Es lo mismo que decía a Pablo: Te basta
mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Así es como yo he
determinado que fuera». Al decir: Os mando como ovejas, dice
implícitamente: «No desmayéis: yo sé muy bien que de este modo sois
invencibles».

Pero, además, para que pusieran también ellos algo de su parte y no
pensaran que todo había de ser pura gracia y que habían de ser coronados
sin mérito propio, añade: Por eso, sed sagaces como serpientes y
sencillos como palomas. «Mas, ¿de qué servirá nuestra sagacidad –es como
si dijesen– en medio de tantos peligros? ¿Cómo podremos ser sagaces en
medio de tantos embates? Por mucha que sea la sagacidad de la oveja, ¿de
qué le aprovechará cuando se halle en medio de los lobos, y en tan gran
número? Por mucha que sea la sencillez de la paloma, ¿de qué le servirá,
acosada por tantos gavilanes?» Ciertamente, la sagacidad y la sencillez
no sirven para nada a estos animales irracionales, pero a vosotros os
sirven de mucho.

Pero veamos cuál es la sagacidad que exige aquí el Señor. «Como
serpientes –dice–. Así como a la serpiente no le importa perderlo todo,
aunque sea seccionado su cuerpo, con tal que conserve la cabeza, así
también tú –dice– debes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu
cuerpo y aun la misma vida, con tal que conserves la fe. La fe es la
cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo
recuperarás luego con creces». Así, pues, no te manda que seas sólo
sencillo ni sólo sagaz, sino ambas cosas a la vez, porque en ello
consiste la verdadera virtud. La sagacidad de la serpiente te hará
invulnerable a los golpes mortales; la sencillez de la paloma frenará
tus impulsos de venganza contra los que te dañan o te ponen asechanzas,
pues, sin esto, en nada aprovecha la sagacidad.

Nadie piense que estos mandatos son imposibles de cumplir. El Señor
conoce más que nadie la naturaleza de las cosas: él sabe que la
violencia no se vence con la violencia, sino con la mansedumbre.

Copiado del original en www.corazones.org

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