Saturday, September 27, 2008

Sal de la tierra y luz del mundo

Sal de la tierra y luz del mundo
"De las homilías de San Juan Crisóstomo, obispo, sobre el
evangelio de San Mateo Homilía 15, 6.7 "

Vosotros sois la sal de la tierra. Es como si les dijera:
«El mensaje que se os comunica no va destinado a vosotros
solos, sino que habéis de transmitirlo a todo el mundo.
Porque no os envío a dos ciudades, ni adiez, ni a veinte;
ni tan siquiera os envío a toda una nación, como en otro
tiempo a los profetas, sino a la tierra, al mar y a todo
el mundo,y a un mundo por cierto muy mal dispuesto».
Porque, al decir: Vosotros sois la sal de la tierra,enseña
que todos los hombres han perdido su sabor y están
corrompidos por el pecado. Por ello, exige sobre todo de
sus discípulos aquellas virtudes que son más necesarias
y útiles para el cuidado de los demás. En efecto, la
mansedumbre, la moderación, la misericordia, la justicia
son unas virtudes que no quedan limitadas al provecho propio
del que las posee, sino que son como unas fuentes insignes
que manan también en provecho de los demás. Lo mismo podemos
afirmar de la pureza de corazón, del amor a la paz y a la
verdad, ya queel que posee estas cualidades las hace redundar
en utilidad de todos.

«No penséis –viene a decir– que el combate al que se os
llama es de poca importancia y que la causa que se nos
encomienda es exigua: Vosotros sois la sal de la tierra».
¿Significa esto que ellos restablecieron lo que estaba
podrido? En modo alguno. De nada sirve echar sal a lo
que ya está podrido. Su labor no fue ésta; lo que ellos
hicieron fue echar sal y conservar, así, lo que el Señor
había antes renovado y liberado de la fetidez, encomen-
dándoselo después a ellos. Porque liberar de la fetidez
del pecado fue obra del poder de Cristo; pero el no
recaer en aquella fetidez era obra de la diligencia y
esfuerzo de sus discípulos.

¿Te das cuenta de cómo va enseñando gradualmente que
éstos son superiores a los profetas? No dice, en efecto,
que hayan de ser maestros de Palestina, sino de todo el
orbe.

«No os extrañe, pues –viene a decirles–, si, dejando
ahora de lado a los demás, os hablo a vosotros solos y
os enfrento a tan grandes peligros.Considerad a cuántas
y cuán grandes ciudades, pueblos,naciones os he de
enviar en calidad de maestros. Por esto, no quiero que
seáis vosotros solos prudentes, sino que hagáis también
prudentesa los demás. Y muy grande ha de ser la prudencia
de aquellos que son responsables de la salvación de
los demás, y muy grande ha de ser su virtud, para que
puedan comunicarla a los otros. Si no es así,ni tan
siquiera podréis bastaros a vosotros mismos.

«En efecto, si los otros20han perdido el sabor, pueden
recuperarlo por vuestro ministerio; pero, si sois vosotros
los que os tornáis insípidos,arrastraréis también a
los demás con vuestra perdición. Por esto, cuanto más
importante es el asunto que se os encomienda, más grande
debe ser vuestra solicitud». Y así, añade: Si la sal se
vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para
tirarla fuera y que la pise la gente.

Para que no teman lanzarse al combate, al oír aquellas
palabras: Cuando os insulten y os persigan y os calumnien
de cualquier modo, les dice de modo equivalente: «Si no
estáis dispuestos a tales cosas, en vano habéis sido
elegidos. Lo que hay que temer no es el mal que digan
contra vosotros, sino la simulación de vuestra parte;
entonces sí que perderíais vuestro sabor y seríais
pisoteados. Pero, si no cejáis en presentar el mensaje
con toda su austeridad, si después oís hablar mal
de vosotros, alegraos. Porque lo propio de la sal es
morder y escocer a los que llevan una vida de molicie.

«Por tanto, estas maledicencias son inevitables y en nada os
perjudicarán, antes serán prueba de vuestra firmeza. Mas si,
por temor a ellas, cedéis en la vehemencia conveniente,
peor será vuestro sufrimiento, ya que entonces todos hablarán
mal de vosotros y todos os despreciarán; en esto consiste
el ser pisoteado por la gente».

A continuación, propone una comparación más elevada:
Vosotros sois la luz del mundo. De nuevo se refiere al mundo,
no a una sola nación ni a veinte ciudades, sino al orbe
entero; luz que, como la sal de que ha hablado antes, hay que
entenderla en sentido espiritual, luz más excelente que los
rayos de este sol que nos ilumina. Habla primero de la sal,
luego de la luz, para que entendamos el gran provecho que se
sigue de una predicación austera, de unas enseñanzas tan
exigentes. Esta predicación, en efecto, es como si nos atara,
impidiendo nuestra dispersión, y nos abre los ojos al
enseñarnos el caminode la virtud. No se puede ocultar una
ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende
una lámpara para meterla debajo del celemín. Con estas
palabras, insiste el Señor en la perfección de vida que han
de llevar sus discípulos y en la vigilancia que han de tener
sobre su propia conducta, ya que ella está a la vista de
todos, y el palenque en que se desarrolla su combate
es el mundo entero.
Copiado del original en www.corazones.org

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